
Mi ciudad me gusta demasiado. A mis amigos Chien, Eduardo puedo contarles que Valdivia es la ciudad más lluviosa de Chile, en sólo un día, puede llover la cantidad de agua que en Santiago cae en un año (donde vive Kotto).
Por lo mismo es un lugar lleno de naturaleza, ríos preciosos y llena de gente agradable. Cuando llegué a vivir acá, entre otras cosas, me sorprendió la intensidad de las lluvias en invierno tanto que me fui enamorando cada vez más de esta estación. Me gusta la lluvia, me gusta ver cómo el cielo se ennegrece anunciando "diluvio", me gusta afirmar con fuerzas mi paraguas mientras el viento amenaza quitármelo. Me encanta cruzar el puente camino a la Universidad en un día frío, lleno de niebla donde cada vez me sorprendo mientras quien va delante de mí, desaparece frente a mis ojos como si la niebla fuera la puerta de entrada a otro mundo y cuando miro hacia el río, sólo distingo las barandas del propio puente y junto a ella, la cortina blanca, espesa, la niebla impenetrable, dónde solamente puedo imaginarme la visión del río que veo a diario...
A mi regreso, tal vez se haya escapado un rayo de sol por entre las nubes y entonces ves vapor emergiendo del Calle-Calle, alguna familia de lobos marinos nadando en sus aguas y sin duda, un valiente remero, moviendo con fuerza su embarcación.
A grandes rasgos esa es Valdivia, llamada cariñosamente "Val lluvia"una mínima parte de ella, donde el realismo mágico latinoamericano se hace presente a diario.
P.D.: El lado "B" que también lo tiene, se los contaré en otra ocasión.